Un príncipe danés en la Nueva España:
Fray Jacobo en Tarecuato
(Estado de Michoacán)
Veracruz, verano de 1542. Del navío “La Trinidad” proveniente de Sevilla, baja un grupo de franciscanos, entre ellos el Provincial de Dacia (1).
Fray Jacobo Daciano, como será conocido desde entonces, tiene 58 años cuando llega al Nuevo Mundo. Tercer hijo del Rey de Dinamarca, profesó muy joven en la Orden Franciscana. Después de la conversión de Dinamarca al luteranismo y de la expulsión de los franciscanos en 1537, Fray Jacobo cruza toda Europa para encontrarse con Carlos V a quien pide licencia para viajar a la Nueva España.
Al llegar a México, Fray Jacobo hace una breve estancia en el Colegio de Santa Cruz de Tlatelolco para estudiar idiomas indígenas. Poco después, es enviado a Michoacán, con la misión de evangelizar el norte de la meseta purépecha, una vasta zona que se extiende desde Tzintzuntzan hasta Tarecuato.
Fray Jacobo se dedica desde entonces a su misión, fundando pueblos, iglesias y conventos y actuando en defensa de los indígenas. Al abogar por su derecho a recibir todos los sacramentos y a ser ordenados, entra en conflicto con la Iglesia. En 1552, el Concilio de Lima prohíbe ordenar sacerdotes a indios, mestizos y mulatos, prohibición que será ratificada por el Concilio de México de 1555. Para evitar un nuevo cisma dentro de la iglesia, Fray Jacobo se retracta y se recluye en el Convento de Tzintzuntzan. Pasa los últimos años de su vida en Tarecuato, donde muere en 1566 o en 1567.
El nombre de Fray Jacobo ha sido proscrito durante mucho tiempo y la mayoría de sus escritos ha desaparecido, pero no ha sido olvidado en Michoacán: en Zacapu, pueblo que fundó, su estatua se erige frente al convento de Santa Ana; un magnifico retrato, pintado al fresco, se ha identificado como el suyo en la escalera del convento de San Francisco de Tzintzuntzan; en Angahuan, se cuenta que la representación inusual de Santiago Apóstol en el alfiz de la iglesia, sin su caballo pero con báculo y sombrero, es un homenaje a Fray Jacobo; en Jiquilpan, se enseña en el templo de San Francisco un Cristo que fue un regalo de Carlos V al Fraile. Sin embargo, el pueblo que mejor conserva su memoria es Tarecuato donde es objeto de veneración de parte de la población y donde circulan un sin número de leyendas asociadas a su nombre.
Tarecuato (del tarasco t’arre juata - cerro viejo) está situado en el extremo del borde occidental de la meseta purépecha; después de Tarecuato, la ruta empieza su bajada hacia las tierras calientes. Fue en la época prehispánica un lugar de intercambios comerciales entre las poblaciones de la costa y las de la meseta. Es ahora un pequeño pueblo de más de 9,000 habitantes, que vive de la explotación de la madera de los montes que lo rodean y de sus plantaciones de aguacate.
Tarecuato ha conservado su aspecto colonial -casas antiguas de adobe con techos de aleros anchos y calles de empedrado irregular- y su atmósfera de otros tiempos: los niños se interpelan en purépecha y las mujeres de todas las edades usan la vestimenta tradicional, una falda de tablones blanca debajo de un delantal bordado y un rebozo azul oscuro con rayas de un azul más claro. Tarecuato ha conservado también sus instituciones religiosas tradicionales -los cabildos indígenas- y su división en 5 barrios: Las Vírgenes, San Juan, San Pedro, Santiago y San Miguel.
Una visita de Tarecuato tiene que empezar con el conjunto edificado por Fray Jacobo, el templo de San Francisco y el convento dedicado a Santa María. La fachada del templo es típicamente franciscana, pero el resto de la construcción presenta elementos arquitectónicos inusuales en la región: desde la torre cuadrada del campanario hasta la capilla abierta, sin olvidar la pared exterior del convento, muy mediterránea. El conjunto ha sido modificado y restaurado, su aspecto actual debe de ser muy diferente del previsto inicialmente por su constructor. En el atrio, subsisten algunos troncos de los olivos que Fray Jacobo sembró y una extraordinaria cruz de cantera labrada que se eleva sobre un pedestal en forma de pirámide escalonada.
Más abajo de la iglesia, se reúnen las mujeres el día de plaza para vender el pan tradicional de Tarecuato. Allí también se celebra un evento de origen prehispánico, la Maiapita o Feria del Atole. El atole es la bebida tradicional del lugar, y está presente en todos los momentos importantes de la vida del pueblo y de sus habitantes: se obsequia a los padres de la novia “raptada”, a las autoridades tradicionales recién nombradas, en los bautizos, las fiestas o los velorios. La tradición cuenta que la novia podía ser “devuelta” a sus padres después de la boda si no sabía preparar atole.
En la Maiapita, concursan las mujeres del pueblo con un gran variedad de atoles de todos colores y sabores: salados o dulces, de fruta o de leguminosas, de plantas aromáticas o curativas, algunos bastante exóticos como los de aguamiel o de caña quemada (“chaqueta”). Este día se elige una reina de la Feria, y es la oportunidad de admirar los atuendos de fiesta de las mujeres, en particular sus rebozos cuyos flecos imitan plumas de ave.
No se puede dejar de visitar las capillas de los barrios, en particular la hermosa capilla de San Miguel. Ha llegado intacta del siglo XVI a nuestra época con sus gruesas paredes de adobe, las vigas de su techo y sus paredes pintadas y la imagen de San Miguel cabalgando.
Las capillas forman parte de la vida de los habitantes, cada una tiene su historia y su tradición. En las tardes, antes de cerrar la capilla, la “carguera” de San Miguel le quita la espada para “evitar una desgracia cuando el santo realiza su ronda nocturna”. La capilla de Santiago recibe la visita de los que han perdido un animal doméstico: piden al santo su ayuda atando un listón a una pata de su caballo. Las Vírgenes de la capilla del mismo nombre no quisieron regresar al pueblo de Naranjo de donde les habían traído en procesión.
La tradición local atribuye muchos milagros a Fray Jacobo: curaba a los enfermos, podía recorrer 50 leguas por día o celebrar la misa en dos lugares diferentes al mismo tiempo. En una ocasión, hizo brotar un manantial para bautizar unos indígenas, golpeando unas rocas con su báculo. Supo de la muerte de Carlos V el día mismo donde ocurrió, el 21 de septiembre de l558, -la noticia llegó a la Nueva España dos meses más tarde- y celebró una misa en su memoria. Plantó al final de su vida su báculo en el patio del convento, afirmando que “si retoñaba, sería señal de su salvación, de lo contrario de su condenación”(2). El árbol, un naranjo, está todavía de pié y produce frutas a las cuales la gente atribuye propiedades curativas.
Las leyendas más recientes relativas al Fray Jacobo se refieren a la existencia de unas reliquias -su capa y su sombrero- que sus guardianes desempolvarían de vez en cuando, y a la ubicación de su tumba. Fray Jacobo fue enterrado en el atrio del templo, pero más tarde su cuerpo fue trasladado por los indígenas a otro lugar y sepultado junto a Fray Juan de San Miguel el primer franciscano que llegó a Tarecuato después de la conquista. El emplazamiento de la nueva tumba de Fray Jacobo es un secreto bien guardado…. o ya olvidado. Los habitantes del pueblo se muestran muy -quizás demasiado- categóricos al afirmar que cuando la Reina de Dinamarca vino en febrero del 2008 a conocer el lugar donde había vivido su ilustre ancestro, nadie le pudo decir donde estaba enterrado.
Menos famoso que Fray Bartolomé de Las Casas o que el Obispo Vasco de Quiroga, Fray Jacobo Daciano fue también un defensor de los indígenas. Y un defensor más radical ya que no solamente intentó limitar los abusos de la colonización sino que le quitó toda legitimidad religiosa al afirmar la igualdad de las razas humanas. Su “Declaración del pueblo bárbaro de los indios que habiendo recibido el bautismo desean recibir los demás sacramentos” contenía las bases de una “iglesia indiana” que se realizará mucho tiempo después. En 1919, la encíclica “Maximum illud” del Papa Benedicto XV ratificó las ideas de Fray Jacobo al condenar toda forma de discriminación racial y alentar la formación de un clero local. De haber triunfado las tesis de Fray Jacobo en su época, la historia de todo el continente hubiera sido otra.
Tarecuato ha visto parte de sus habitantes emigrar “del otro lado”, pero a diferencia de otros pueblos de la meseta, no ha perdido su identidad que se cimentó a lo largo de los siglos alrededor de Fray Jacobo. Tarecuato, pueblo pequeño con una pasado grande, interesante y acogedor, es un lugar que vale la pena conocer.
Cómo llegar:
- En carro: Desde Zamora, tomar la carretera -una excelente carretera recién asfaltada- en dirección a Tingüindin de Argandar. Tarecuato se encuentra a los 27 km.
- En transporte colectivo: Salen todo el día combis desde el centro de Zamora hasta Tarecuato.
Dónde comer y dormir:
No hay hoteles ni restaurantes en Tarecuato. Es necesario hospedarse en Zamora que cuenta con todos los servicios.
En Tarecuato, es obligatorio probar los atoles -recomendamos el atole de aguamiel, de zarzamora y el “chaqueta”- y el pan tradicional. Si sigue hasta Tingüindin de Argandar, hay que probar el pan, diferente del pan de Tarecuato, pero igual de sabroso, en particular el pan relleno de chilacayote.
Calendario de fiestas en Tarecuato:
En Tarecuato, hay fiestas todo el año, fiestas del calendario litúrgico católico, fiestas de los santos patronos de las capillas. Las fiestas más específicamente relacionadas a Fray Jacobo son el 4 de octubre, día de la San Francisco y el 30 de octubre, día aniversario de su muerte.
La Maiapita se celebra el día anterior el Domingo de Ramos, en la tarde.
(1) La Dacia corresponde a la actual Dinamarca.
(2) Historia de Xhucunan (Jacona). Fernando Castillo Villanueva.
Bibliografía:
-José Romero Vargás. Fray Jacobo Daciano. Ediciones de Testimonio, Zacapu.
-Robert Ricard. La conquista espiritual de México. FCE.
-Jørgen Nybo Rasmussen. Fray Jacobo Daciano. El Colegio de Michoacán.
-Henrik Stangerup. Fray Jacobo. Tusquets.
-Carolina Rivera Farfán. Vida Nueva para Tarecuato. El Colegio de Michoacán.
-María del Carmen Ventura Patiño. Cambio y continuidad de El Cabildo Indígena y prácticas comunales en el noroeste de la meseta purhépecha. Alteridades. UAM Iztapalapa.
-Fernando Castillo Villanueva. Historia de Xhucunan (Jacona)
Fuente: Lugares de México.
Fray Jacobo en Tarecuato
(Estado de Michoacán)
Veracruz, verano de 1542. Del navío “La Trinidad” proveniente de Sevilla, baja un grupo de franciscanos, entre ellos el Provincial de Dacia (1).
Fray Jacobo Daciano, como será conocido desde entonces, tiene 58 años cuando llega al Nuevo Mundo. Tercer hijo del Rey de Dinamarca, profesó muy joven en la Orden Franciscana. Después de la conversión de Dinamarca al luteranismo y de la expulsión de los franciscanos en 1537, Fray Jacobo cruza toda Europa para encontrarse con Carlos V a quien pide licencia para viajar a la Nueva España.
Al llegar a México, Fray Jacobo hace una breve estancia en el Colegio de Santa Cruz de Tlatelolco para estudiar idiomas indígenas. Poco después, es enviado a Michoacán, con la misión de evangelizar el norte de la meseta purépecha, una vasta zona que se extiende desde Tzintzuntzan hasta Tarecuato.
Fray Jacobo se dedica desde entonces a su misión, fundando pueblos, iglesias y conventos y actuando en defensa de los indígenas. Al abogar por su derecho a recibir todos los sacramentos y a ser ordenados, entra en conflicto con la Iglesia. En 1552, el Concilio de Lima prohíbe ordenar sacerdotes a indios, mestizos y mulatos, prohibición que será ratificada por el Concilio de México de 1555. Para evitar un nuevo cisma dentro de la iglesia, Fray Jacobo se retracta y se recluye en el Convento de Tzintzuntzan. Pasa los últimos años de su vida en Tarecuato, donde muere en 1566 o en 1567.
El nombre de Fray Jacobo ha sido proscrito durante mucho tiempo y la mayoría de sus escritos ha desaparecido, pero no ha sido olvidado en Michoacán: en Zacapu, pueblo que fundó, su estatua se erige frente al convento de Santa Ana; un magnifico retrato, pintado al fresco, se ha identificado como el suyo en la escalera del convento de San Francisco de Tzintzuntzan; en Angahuan, se cuenta que la representación inusual de Santiago Apóstol en el alfiz de la iglesia, sin su caballo pero con báculo y sombrero, es un homenaje a Fray Jacobo; en Jiquilpan, se enseña en el templo de San Francisco un Cristo que fue un regalo de Carlos V al Fraile. Sin embargo, el pueblo que mejor conserva su memoria es Tarecuato donde es objeto de veneración de parte de la población y donde circulan un sin número de leyendas asociadas a su nombre.
Tarecuato (del tarasco t’arre juata - cerro viejo) está situado en el extremo del borde occidental de la meseta purépecha; después de Tarecuato, la ruta empieza su bajada hacia las tierras calientes. Fue en la época prehispánica un lugar de intercambios comerciales entre las poblaciones de la costa y las de la meseta. Es ahora un pequeño pueblo de más de 9,000 habitantes, que vive de la explotación de la madera de los montes que lo rodean y de sus plantaciones de aguacate.
Tarecuato ha conservado su aspecto colonial -casas antiguas de adobe con techos de aleros anchos y calles de empedrado irregular- y su atmósfera de otros tiempos: los niños se interpelan en purépecha y las mujeres de todas las edades usan la vestimenta tradicional, una falda de tablones blanca debajo de un delantal bordado y un rebozo azul oscuro con rayas de un azul más claro. Tarecuato ha conservado también sus instituciones religiosas tradicionales -los cabildos indígenas- y su división en 5 barrios: Las Vírgenes, San Juan, San Pedro, Santiago y San Miguel.
Una visita de Tarecuato tiene que empezar con el conjunto edificado por Fray Jacobo, el templo de San Francisco y el convento dedicado a Santa María. La fachada del templo es típicamente franciscana, pero el resto de la construcción presenta elementos arquitectónicos inusuales en la región: desde la torre cuadrada del campanario hasta la capilla abierta, sin olvidar la pared exterior del convento, muy mediterránea. El conjunto ha sido modificado y restaurado, su aspecto actual debe de ser muy diferente del previsto inicialmente por su constructor. En el atrio, subsisten algunos troncos de los olivos que Fray Jacobo sembró y una extraordinaria cruz de cantera labrada que se eleva sobre un pedestal en forma de pirámide escalonada.
Más abajo de la iglesia, se reúnen las mujeres el día de plaza para vender el pan tradicional de Tarecuato. Allí también se celebra un evento de origen prehispánico, la Maiapita o Feria del Atole. El atole es la bebida tradicional del lugar, y está presente en todos los momentos importantes de la vida del pueblo y de sus habitantes: se obsequia a los padres de la novia “raptada”, a las autoridades tradicionales recién nombradas, en los bautizos, las fiestas o los velorios. La tradición cuenta que la novia podía ser “devuelta” a sus padres después de la boda si no sabía preparar atole.
En la Maiapita, concursan las mujeres del pueblo con un gran variedad de atoles de todos colores y sabores: salados o dulces, de fruta o de leguminosas, de plantas aromáticas o curativas, algunos bastante exóticos como los de aguamiel o de caña quemada (“chaqueta”). Este día se elige una reina de la Feria, y es la oportunidad de admirar los atuendos de fiesta de las mujeres, en particular sus rebozos cuyos flecos imitan plumas de ave.
No se puede dejar de visitar las capillas de los barrios, en particular la hermosa capilla de San Miguel. Ha llegado intacta del siglo XVI a nuestra época con sus gruesas paredes de adobe, las vigas de su techo y sus paredes pintadas y la imagen de San Miguel cabalgando.
Las capillas forman parte de la vida de los habitantes, cada una tiene su historia y su tradición. En las tardes, antes de cerrar la capilla, la “carguera” de San Miguel le quita la espada para “evitar una desgracia cuando el santo realiza su ronda nocturna”. La capilla de Santiago recibe la visita de los que han perdido un animal doméstico: piden al santo su ayuda atando un listón a una pata de su caballo. Las Vírgenes de la capilla del mismo nombre no quisieron regresar al pueblo de Naranjo de donde les habían traído en procesión.
La tradición local atribuye muchos milagros a Fray Jacobo: curaba a los enfermos, podía recorrer 50 leguas por día o celebrar la misa en dos lugares diferentes al mismo tiempo. En una ocasión, hizo brotar un manantial para bautizar unos indígenas, golpeando unas rocas con su báculo. Supo de la muerte de Carlos V el día mismo donde ocurrió, el 21 de septiembre de l558, -la noticia llegó a la Nueva España dos meses más tarde- y celebró una misa en su memoria. Plantó al final de su vida su báculo en el patio del convento, afirmando que “si retoñaba, sería señal de su salvación, de lo contrario de su condenación”(2). El árbol, un naranjo, está todavía de pié y produce frutas a las cuales la gente atribuye propiedades curativas.
Las leyendas más recientes relativas al Fray Jacobo se refieren a la existencia de unas reliquias -su capa y su sombrero- que sus guardianes desempolvarían de vez en cuando, y a la ubicación de su tumba. Fray Jacobo fue enterrado en el atrio del templo, pero más tarde su cuerpo fue trasladado por los indígenas a otro lugar y sepultado junto a Fray Juan de San Miguel el primer franciscano que llegó a Tarecuato después de la conquista. El emplazamiento de la nueva tumba de Fray Jacobo es un secreto bien guardado…. o ya olvidado. Los habitantes del pueblo se muestran muy -quizás demasiado- categóricos al afirmar que cuando la Reina de Dinamarca vino en febrero del 2008 a conocer el lugar donde había vivido su ilustre ancestro, nadie le pudo decir donde estaba enterrado.
Menos famoso que Fray Bartolomé de Las Casas o que el Obispo Vasco de Quiroga, Fray Jacobo Daciano fue también un defensor de los indígenas. Y un defensor más radical ya que no solamente intentó limitar los abusos de la colonización sino que le quitó toda legitimidad religiosa al afirmar la igualdad de las razas humanas. Su “Declaración del pueblo bárbaro de los indios que habiendo recibido el bautismo desean recibir los demás sacramentos” contenía las bases de una “iglesia indiana” que se realizará mucho tiempo después. En 1919, la encíclica “Maximum illud” del Papa Benedicto XV ratificó las ideas de Fray Jacobo al condenar toda forma de discriminación racial y alentar la formación de un clero local. De haber triunfado las tesis de Fray Jacobo en su época, la historia de todo el continente hubiera sido otra.
Tarecuato ha visto parte de sus habitantes emigrar “del otro lado”, pero a diferencia de otros pueblos de la meseta, no ha perdido su identidad que se cimentó a lo largo de los siglos alrededor de Fray Jacobo. Tarecuato, pueblo pequeño con una pasado grande, interesante y acogedor, es un lugar que vale la pena conocer.
Cómo llegar:
- En carro: Desde Zamora, tomar la carretera -una excelente carretera recién asfaltada- en dirección a Tingüindin de Argandar. Tarecuato se encuentra a los 27 km.
- En transporte colectivo: Salen todo el día combis desde el centro de Zamora hasta Tarecuato.
Dónde comer y dormir:
No hay hoteles ni restaurantes en Tarecuato. Es necesario hospedarse en Zamora que cuenta con todos los servicios.
En Tarecuato, es obligatorio probar los atoles -recomendamos el atole de aguamiel, de zarzamora y el “chaqueta”- y el pan tradicional. Si sigue hasta Tingüindin de Argandar, hay que probar el pan, diferente del pan de Tarecuato, pero igual de sabroso, en particular el pan relleno de chilacayote.
Calendario de fiestas en Tarecuato:
En Tarecuato, hay fiestas todo el año, fiestas del calendario litúrgico católico, fiestas de los santos patronos de las capillas. Las fiestas más específicamente relacionadas a Fray Jacobo son el 4 de octubre, día de la San Francisco y el 30 de octubre, día aniversario de su muerte.
La Maiapita se celebra el día anterior el Domingo de Ramos, en la tarde.
(1) La Dacia corresponde a la actual Dinamarca.
(2) Historia de Xhucunan (Jacona). Fernando Castillo Villanueva.
Bibliografía:
-José Romero Vargás. Fray Jacobo Daciano. Ediciones de Testimonio, Zacapu.
-Robert Ricard. La conquista espiritual de México. FCE.
-Jørgen Nybo Rasmussen. Fray Jacobo Daciano. El Colegio de Michoacán.
-Henrik Stangerup. Fray Jacobo. Tusquets.
-Carolina Rivera Farfán. Vida Nueva para Tarecuato. El Colegio de Michoacán.
-María del Carmen Ventura Patiño. Cambio y continuidad de El Cabildo Indígena y prácticas comunales en el noroeste de la meseta purhépecha. Alteridades. UAM Iztapalapa.
-Fernando Castillo Villanueva. Historia de Xhucunan (Jacona)
Fuente: Lugares de México.
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