Una pequeña aportación para difusión.
La petenera existía como forma musical previamente a su adaptación al flamenco; para algunos estudiosos, está emparentada con la zarabanda del siglo XVII. El nombre proviene de una cantaora natural de Paterna de Rivera (Cádiz) llamada La Petenera, que vivió a finales del siglo XVIII.
Existen diferentes versiones de este cante: la antigua y la moderna, y ésta a su vez puede ser corta (chica) y larga (grande). La llamada petenera grande no es bailable, a diferencia de la corta, que sí puede bailarse acompañada por palmas. El lugar de origen de la petenera ha sido motivo de discusiones: hay quien afirma que su origen es americano (se llama también petenera a un tipo de música y baile jarocho de la región de Veracruz, en México); otros, que es español.
A finales del siglo XIX, el cantaor Medina el Viejo (José Rodríguez Concepción) dio a conocer su versión de la petenera. Ésta fue adoptada por otro gran cantaor: Antonio Chacón. De él pasó a la Niña de los Peines, que realizó una versión propia, enriquecida melódicamente, que sería muy repetida después por otros artistas como Pepe el de la Matrona.
La danza de la petenera fue muy popular a finales del siglo XIX, y se enseñaba en las escuelas de baile después de las seguidillas sevillanas.
Federico García Lorca le dedicó a este cante su poema «Gráfico de la petenera», que forma parte de la obra Poema del cante jondo (1931), e incluso las interpretó al piano acompañando a La Argentinita en una histórica grabación. El compositor Pablo Sarasate escribió una obra titulada Peteneras para violín y piano.
Históricamente, tanto el baile como el cante de la petenera han estado rodeados de un aura supersticiosa que, según se suponía, traía mala suerte a sus intérpretes.